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Ayer me pidieron que hablara de ti. Ya ves. Tuve que sacar la chuleta imaginaria. Conté las palabras, mil trescientas doce, y me parecieron pocas. La mayoría eran buenas, como las noches que pasábamos sin dormir, contando los lunares de tu espalda. Contando los planes que quedaban por venir. El resto (doce) fueron malas, envenenadas, me sabían a rabia, como la noche que decidiste que ya no había más. Que el cuento que nos inventamos tenía final. Ayer me pidieron que hablara de ti. Ya ves. No supe por dónde empezar. Se me sigue atragantando tu nombre y tus te quiero ya no pasan ni con agua. No te veo, pero tu recuerdo me visita cada día, cobarde, sin mucho que contar. Escondí tus cenizas en un cajón bajo llave. Son de esas que no se pueden lanzar al mar. Son de esas que ocupan poco pero que duelen mucho.Son de esas que te manchan la mente y el corazón al mismo tiempo. Ayer me pidieron que hablara de ti.  

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