Habitación 504

Miraba a través de la ventana lo poco que quedaba ya de esa noche cuando oí abrir la puerta de la habitación. Los restos del alcohol que permanecían aún en mi cabeza me dificultaban la tarea de mantener los ojos abiertos, pero sabía de sobra quién acababa de entrar.
Delicadamente vino hasta mí, se inclinó y me besó, animándome a tumbarme con él. Aquella cama estaba helada, y al tocarla, sentí cómo mi cuerpo se estremecía, buscando algo de calor en su piel.
Sus labios, calientes y suaves se encontraron con los míos, tiritando ya a causa del frío mezclado con algo de miedo.
Poco a poco, el cansancio se iba apoderando de los dos. A pesar de que las luces estaban apagadas, yo podía imaginar su cara, de expresión habitualmente inmutable, pensando en mil cosas que seguramente, poco tenían que ver conmigo.
La tensión del momento hizo imposible que me decidiera a preguntar todo cuanto me hubiese gustado, de modo que opté por callar y disfrutar así de él, en un formato hasta entonces desconocido para mí.



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