Para siempre.


La música era de Dummy, mi álbum preferido de Portishead. Había gente bailando, pero las caras en la barra eran inexpresivas, como siempre. La gente que se pasa el día y la noche en los bares tiene una expresión seca, amarga y frágil. Mientras yo escuchaba esa música , medio hipnotizada, él se deslizó hacia el baño y volvió un rato después, balanceándose. Yo sabía lo que había hecho. No podía mirarlo. Nunca pude encarar esa mirada, perdida, vacía, como si su alma hubiera volado lejos.
Luego yo me emborraché. Su pasión por las drogas la enfrentaba con mi pasión por el alcohol, al menos así podíamos resistir a nuestros respectivos egos, pasando por alto el sufrimiento, bailamos juntos, lento, muy lento, cómo si los pies nos pesaran toneladas.
A eso de las 3 aparecimos en su casa. Sin prisas, nos echamos en la cama. El aire acondicionado al máximo. Cierro los ojos, entre los dos sumamos 80 grados. Se puede escuchar el zumbido del ventilador, que da vueltas y vueltas y más vueltas…
Apenas reconocía lo que había a mi alrededor, sólo le veía a él, haciéndome el amor con la mirada mientras yo me desnudaba lentamente. Me dio un beso en la frente, me agarró la mano y se quedó dormido. Profundamente dormido. Para siempre.




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